jueves, 3 de mayo de 2012

Vocación pedagógica

La disposición para la enseñanza puede ser un rasgo predominante de la personalidad del individuo, parte de los elementos de tal disposición pueden ser naturales, innatos, otros se adquieren en el curso de la formación de la persona. Cuando el trabajo magisterial se realiza día con día y en cada acto de enseñanza la vocación pedagógica, esto se traduce en una satisfacción de un interés vital de la persona. Interés que puede ser tan fuerte como una pasión, pero además, el acto educativo así realizado se traduce también en experiencias muy importantes y formativas para los alumnos. El maestro sin vocación, aun siendo muy capaz en sus materias y disciplinado en el trabajo, puede sufrir de insatisfacción y frustración.

Es muy extendida la idea de que la profesión magisterial tiene poco valor económico social, muchos la ven con desde otro ángulo, por largo tiempo se han considerado como una salida lateral las dificultades de carreras que requieren estudios más prolongados y costosos. En la base de tales actitudes están las concepciones de que el magisterio es una carrera fácil, con complejo y poco trabajo, descansos y vacaciones frecuentes, goce de derechos sociales, etc. Este tipo de ideas son capaces de interferir y de dar al traste con el descubrimiento y ejercicio de la verdadera vocación de muchos jóvenes.

En conclusión la Vocación pedagógica implica:

ü  Tener predisposición natural para ejercer la docencia.

ü  Sentir la necesidad de transmitir a los demás lo que él sabe.
 
ü  Mantener afecto por los educandos, niños o jóvenes demostrando esto prácticamente en la vida real.

ü  Tener sentido de los valores individuales, culturales y sociales.

ü  Tener conciencia de su responsabilidad, lo que indica conocer sus deberes y derechos y autoevaluador de tiempo en tiempo.

ü  Tener un espíritu crítico –autocritico, una actitud creativa, reflexiones del conocimiento científico y pedagógico.

ü  Tener una alta calidad humana y solidaria frente al hombre
 

Actitud pedagógica

Manifestada en la prueba diaria de sus capacidades:

Capacidad de comunicación: reflejada en sus medios de expresión, de comunicación, de lenguaje de utilización de recursos y de técnicas para que llegue su mensaje

Capacidad de ayuda y protección: Su comprensión le exige estar dispuesto a ser protector del niño y del joven que necesite ayuda, socorro moral y material.

Capacidad de servir de modelo y ejemplo: las virtudes que predica deben ser observadas y asimiladas por los alumnos, deben convertirse en paradigma de niños y jóvenes.

Capacidad de entusiasmo: para el profesional de la educación debe existir solamente al ánimo encendido y el afán realizador de los más preciados valores de su propia cultura.

Dominio pedagógico

Debe estar consciente de que solamente estará capacitado para enseñar lo que sabe cuando domine diferentes métodos y técnicas de enseñanza – aprendizaje .Por lo tanto deberá ser un profesional que remueva, cada vez que sea necesario, la metodología que emplee con sus alumnos.

Tacto pedagógico

Nos corresponde a continuación, abordar el taco pedagógico, uno de los componentes de la maestría pedagógica y que consideramos de fundamental importancia, toda vez que de no existir, se corre el riesgo inminente del fracaso, aun se conjugue con el resto de los factores ya tratados hasta ahora.

Pero cabe preguntarnos que es el taco pedagógico : Podemos decir que es un sentido de medida , de racionalidad pedagógica de todo lo que hace el pedagogo : sus palabras , su medida , de racionalidad pedagógica de todo lo que hace el pedagogo : sus palabras , su conducta , el trato con los educandos , toda manifestación de sus sentimientos con respecto a sus alumnos .

Como podemos apreciar no resulta fácil conceptuarlo y mucho menos encasillarlo en estrechos moldes prefabricados para que el profesor haga uso de el a manera de recetas .Sin embargo, como parte componente de la maestría pedagógica, es posible enseñarlo y por supuesto aprenderlo. Tenemos que reflexionar y pensar acerca de cuantos alumnos posiblemente no fueron mejores por nuestra carencia de tacto pedagógico; por no haber sabido ofrecer a tiempo una sonrisa, un hábil consejo o sencillamente un estrechón de manos. Otras veces tal vez acertamos; pero siempre fue por ensayo –error, nunca con la orientación precisa o certera.

No podemos olvidar que para amar es necesario comprender y para comprender, se impone el conocer. No es posible que lleguemos a conocer a los alumnos si nos mantenemos a distancia, sin intercambiar ideas, sentimientos, sin que nos vean como seres de carne y hueso y no como antes inaccesibles recubiertos de una coraza impenetrable.

El profesor tiene la palabra como arma poderosa para influir en sus alumnos. Sin embargo esa palabra no obrara con verdadero valor educativo si no va respaldada con la fuerza poderosa del ejemplo y al mismo tiempo si no ha sabido hacer uso de ella, tanto en forma como en tiempo. He aquí, la presencia del tacto pedagógico. El tono del profesor ha de ser natural, sincero, sin teñir sus preceptos con el jarabe de la bondad como nos dice Sujmolinski; La bondad no es el tono, ni son palabras escogidas especialmente.

Eros pedagógico

El amor a los niños, la inclinación de darse a los seres más débiles, es la primera condición de un buen educador. La inclinación y amor a los niños supone la aptitud de comprender a estos de identificarse con ellos, cuando la influencia educadora se manifiesta, pues el amor al niño es ante todo respeto del niño. Más esto no debe significar indulgencia ciega. En fin el amor al niño es un amor a todos los niños, al principio tiempo que a cada uno de ellos en particular.

1 comentario:

  1. Hola Leticia, Felicitaciones por el artículo. Te agradezco. Muy aclarador. Sólo que quisiera pedirte por favor si fueras tan amable si pudieras dar bibliografía, Gracias !!!

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